Cuando hace cosa de un par de meses Eurogamer anunciaba que abandonaba las notas —al menos las numéricas— por una calificación basada en tres opciones (imprescindible, recomendado o a evitar), yo aplaudía esta decisión. No por la decisión en sí, con la que puedo estar de acuerdo en mayor o menor medida, sino por el mero hecho de tomar una decisión al respecto, algo que para un medio tan importante como Eurogamer me parece, como mínimo, valiente.
Hasta donde mi memoria llega, creo que nunca me he manifestado absolutamente en contra del uso de las notas en los análisis o críticas de videojuegos. La nota, numérica o equivalente, no es más que una herramienta y, como con todas las herramientas, el problema no radica en ella misma, sino en cómo se emplea.
Todos sabemos la historia: durante años, la gran mayoría de los medios especializados en videojuegos han empleado una escala muy reducida de notas, restringiendo prácticamente la totalidad de las valoraciones entre el ocho y el diez, y dejando que los decimales marcasen en muchos casos la diferencia entre un juego mediocre, uno bueno y uno excelente. Estas escalas se han instalado en la mente de los usuarios, que las han tomado como válidas y, desde entonces, se ha creado una suerte de bucle infinito: los medios no han sido capaces de huir de esas escalas por temor a confundir a los usuarios, y los usuarios no han tenido la oportunidad de aprender otras al no haber ningún medio que se atreviese a salirse de la norma.
Adoptar una escala de puntuación, bien sea de cero a diez (sin decimales, por favor), o bien de cero a cinco (con estrellas o cualquier otro ítem equivalente) para las reseñas es una decisión totalmente aceptable y hasta positiva, en mi opinión, si hacemos un uso responsable y coherente de ella. Pero hay algunos prejuicios que tenemos que arrancar de nuestras mentes: ¿por qué no podemos suspender a un triple A? ¿por qué un juego de coches no puede llevarse un diez? ¿Por qué un juego indie no puede superar a un triple A en su mismo género? ¿por qué el diez solo puede estar reservado para ese supuesto juego perfecto? Sí, ya sé que no todos tenemos estos prejuicios, pero todos tenemos algunos. Hay que tratar de deshacerse de la mayor parte de ellos.
Para determinar si el uso de las notas es acertado, quizás primero deberíamos plantearnos de qué tipo de medio estamos hablando, o qué tipo de medio queremos ser. ¿Es una simple “guía de compras” como se definen algunos de los medios más importantes? ¿O es verdaderamente una web de crítica de videojuegos?
Si se trata de la primera opción, quizás la forma de puntuación más acertada es la que ha tomado Eurogamer. Aunque yo propondría otra: “Cómpralo”, “No lo compres” y “Cómpralo cuando cueste X euros”. Porque si somos una guía de compras, y la valoración va a ir enfocada al conjunto del producto —tomando el precio como elemento esencial de la ecuación—, si usamos una valoración numérica deberíamos plantearnos si la nota tiene que variar a lo largo del tiempo, a medida que el precio del título se reduce. Aquí entraría en valor el tan criticado en su momento Otoscore (del buscador de videojuegos Otogami), que establece una relación entre la valoración general del juego (tomando como referencia Metacritic) y el precio actual del mismo.
Si por el contrario es una web que realiza críticas de videojuegos, del título en sí como elemento artístico y no como producto de consumo, entonces utilizar una escala de puntuación numérica sí cobra sentido, porque esa valoración será ad eternum, independientemente de su precio, de si sus servidores funcionan o no o de si su política en los DLC es abusiva.
Creo que las notas en los análisis o críticas de videojuegos nunca desaparecerán, ni deben hacerlo, pero necesitamos una profunda restructuración de los baremos a emplear. Los medios tienen que dar un paso adelante y replantearse qué tipo de valoraciones quieren hacer, a qué público las quieren dirigir y establecer una política de puntuaciones clara y coherente. A partir de ahí, los lectores, oyentes o espectadores de estos medios podremos seguir, como ya hemos hecho muchos en los últimos tiempos, a los medios que realizan sus reseñas de acuerdo con nuestros criterios.
Por ello, acciones como las de Eurogamer me parecen adecuadas, y espero que más medios salten a la palestra haciendo un reboot completo de sus anquilosadas políticas de puntuación en los análisis, establezcan claramente sus principios y abandonen ese apoltronamiento en el que están desde hace años, incapaces de tomar la iniciativa y sentar las bases necesarias para tener una crítica de videojuegos a la altura de esta industria.