En el mundo del anime es raro ver series que realmente se desmarquen de lo que ofrece la mayoría. The Tatami Galaxy (Masaaki Yuasa, 2010), es uno de esos casos: se envuelve de una estética muy marcada que se aleja de lo habitual y cuenta la historia de universitarios, un grupo no muy frecuente. Su protagonista, un joven estudiante, quiere vivir el sueño universitario, una vida de color de rosa, pero en algún momento de sus episodios este deseo se ve siempre truncado. Los segundos finales de cada episodio se reservan a un reloj que da marcha atrás y un rebobinado de todo lo ocurrido: parece que la vida le dé otra oportunidad, le diga que escoja unirse a otro club diferente y vea si así es capaz de alcanzar su sueño.
Muchas veces, durante su camino, aparece un personaje llamado Ozu. Con aspecto que recuerda a un diablillo —aunque en japonés usan el término yokai—, a Ozu le rodea un aura que te hace dudar si es malvado o simplemente travieso, pues siempre tiene algún plan en la manga con el que sembrar el caos para divertirse. Es interesante su omnipresencia a lo largo de toda la serie y, conforme avanzan los episodios, uno se da cuenta del hilo que une todas sus apariciones. Si se coge papel y lápiz para anotarlas, puesto que no necesariamente se muestran en el orden cronológico, uno se puede hacer una idea de la conexión existente entre todas sus acciones y trazar la línea temporal de sus años de universidad.
Viendo el título del texto, uno puede empezar a pensar en las similitudes existentes entre The Legend of Zelda: Majora’s Mask (Nintendo, 2000) y lo ya mencionado. Para empezar, si The Tatami Galaxy se salía de lo que era habitual en anime, Majora’s Mask era también un niño extraño entre sus semejantes: la limitación del tiempo, la ambientación oscura, el constante recordatorio del fin del mundo o el centrar sus mecánicas en elementos como las máscaras lo alejaban del resto de los Zelda en tres dimensiones. Además, el protagonista de la serie, al igual que Link, vive un bucle temporal del que busca escapar intentando seguir diferentes caminos. Por otro lado, Ozu, con un aspecto de demonio, y caminando en esa línea entre lo travieso y lo malvado, recuerda a Skull Kid, antagonista del juego. Y lo de Ozu de mantener un registro de las acciones en la línea temporal global, constantes universales por mucho que el protagonista cambie sus acciones, es similar a lo que hace el Cuaderno de los Bomber con los habitantes de la región de Termina.
Los Bomber son un grupo de chavales de Ciudad Reloj, una especie de Boy Scouts que buscan la justicia y la felicidad en su ciudad. Su cuaderno es una lista de personas con problemas a las que deben hacer felices —dentro de lo posible, teniendo en cuenta el inminente fin del mundo—, y sirve como registro de sus actividades diarias durante los tres días del bucle temporal que compone el juego. Y, por mucho que Link esté trabajando para salvar el mundo, la rutina de los habitantes no cambia, tienen una vida propia a la que atender. Si la ciudad es un reloj, haciendo honor a su nombre, podría decirse que son ellos los engranajes en constante movimiento de su maquinaria y que la mantienen activa.
El tiempo es muy importante para Majora’s Mask, no solo como fuerza que controla los movimientos de cada habitante del mundo o que obliga a Link a estar activo por ser un recurso limitado, sino por su influencia a la hora de moldear la geografía. Ya el nombre de Ciudad Reloj pone de manifiesto la importancia del tiempo como elemento que controla la forma de Termina: la torre del reloj es el centro de la ciudad y esta, a su vez, es el centro del mapa. Además, los cuatro puntos de interés de la historia de Termina están ubicados en los cuatro puntos cardinales o, siguiendo con la terminología temporal, los cuatro cuartos de las horas. El tamaño del mapeado va también acorde a las prisas con las que Link está obligado a moverse, acortando distancias para agilizar los desplazamientos. La región de Termina es pequeña si la comparamos con el mapeado del juego anterior, la campiña de Ocarina of time (1998); el juego posterior, el gran océano de Wind Waker (2002); o incluso el Hyrule de A Link to the Past (1991). El juego le dice a Link que no hay mucho tiempo para detenerse explorando el campo, que vaya directamente desde el centro a la nueva zona que toque explorar porque tiene una labor que hacer, al igual que el resto de engranajes del reloj ; aunque realmente él es un agente externo a todo ello , como un relojero que intenta arreglarlo .
La forma que tiene Termina también es una herramienta para condicionar la cognición del tiempo del jugador. Esto queda en evidencia si se comparan los conceptos de mundo de Majora’s Mask y Breath of the Wild (2017): mientras que Termina es un lugar pequeño en el que todo tiene una utilidad y propósito, el Hyrule que ofrece Breath of the Wild es inmenso y no todo es útil. Las largas llanuras de Breath of the Wild, con sus lugares vacíos que sirven de transición para los viajes, invitan al jugador a explorar el mundo con calma y tranquilidad, a detenerse si desea apreciar el paisaje. Aunque Link haya pasado cien años durmiendo, puede permitirse largas caminatas en cualquier dirección y, por mucho que Zelda esté sufriendo para mantener a Ganon encerrado, unos días más de viaje tampoco parecen importar. Por contra, para Majora’s Mask esto es impensable. Basta caminar un poco para que Link llegue a alguna de las zonas que la historia exige visitar porque no hay mucho más mapeado, es el recordatorio de que hay una misión que cumplir para evitar el apocalipsis y que el reloj de la parte inferior de la pantalla está corriendo constantemente. Espacio y tiempo trabajando en consonancia, si Breath of the Wild es amplitud y calma, Majora’s Mask es opresión y prisa.
Este vínculo entre espacio y tiempo es importante, puesto que el Cuaderno de los Bomber registra la ubicación de las personas, tanto en el lugar como en el momento temporal, gracias a la regularidad que mantienen durante los numerosos ciclos de juego. Recuerda en ese aspecto al Calendario Zaragozano, una pequeña revista que lleva unos dos siglos en publicación y que recoge, entre otras cosas, las diferentes posiciones de la Luna a lo largo del año para ayudar a los agricultores. Esta regularidad del ciclo lunar servía para medir el paso del tiempo, por lo que conocer la fecha actual permitía predecir la posición de la Luna en el cielo y viceversa. Y, en Majora’s Mask, la ubicación de la siniestra luna en el cielo, poco a poco más cercana, es otra forma también de hacerse a la idea del poco tiempo que queda para el apocalipsis.
Es más, en los relojes, las diferentes combinaciones de posiciones de los engranajes implican un momento temporal exacto, puesto que solo existe una combinación posible para que el reloj marque las 17:10h o las 23:30h. El propio sistema solar podría entenderse como un gran reloj, en el que cada astro es un engranaje. Apoyándose en esta idea, sobre el año 150 a. C. en Grecia, se construyó lo que se conoce como el mecanismo de Anticitera. Esta máquina de complejidad pasmosa era capaz de predecir con bastante exactitud las posiciones de los astros y sucesos especiales, como los eclipses o cuantos días quedaban para los siguientes juegos olímpicos, a base de la combinación de muchísimos engranajes. Fue una obra de artesanía que sorprendió cuando se descubrió por lo compleja que era para su época; tanto por demostrar los conocimientos del universo que ya tenían entonces, como por la capacidad de planificación necesaria para diseñar un sistema en el que todos los engranajes encajasen tan bien, más teniendo en cuenta que todos se mueven al mismo tiempo pero cada uno da una vuelta a velocidades diferentes. Por tanto, si los ciudadanos de Termina son los astros o engranajes de esta máquina tan compleja, el Cuaderno de los Bomber es el manual que permite seguir sus movimientos durante los tres días que dura cada ciclo del proceso.
Sin embargo, por mucho que Link ayude a los ciudadanos a ser más felices, pegando las pegatinas de misión cumplida o trayendo de vuelta la primavera a la ciudad de los Goron, al final esto no sirve de nada; cada vez que suena la Canción del Tiempo, el ciclo vuelve a comenzar y el impacto que ha tenido en el mundo se borra. El cuaderno sirve para entender el funcionamiento de los engranajes y su movimiento, específicamente los de Ciudad Reloj, pero estos se siguen moviendo independientemente de Link, por muchas cosas que pueda llegar a hacer. Recuerda al mundo del Reloj Tic Tac de Super Mario 64 (Nintendo, 1996), publicado en la misma consola, en el que Mario daba saltos de un lugar a otro entre mecanismos que le ignoraban, haciendo lo que podía hasta conseguir una estrella y volver entonces a empezar la escalada desde el fondo para obtener una nueva. En cada ciclo temporal, Link aprende algo nuevo y se hace más fuerte, pero el mundo no cambia; solo lo hará al final de todo, cuando el Héroe del Tiempo haya estudiado por fin el funcionamiento de todas sus piezas y logre detener la maquinaria del apocalipsis.
El cuaderno funciona tan bien en Majora’s Mask porque encaja con el resto de piezas de la máquina, todas las mecánicas se ayudan unas a las otras. Que Termina sea tan pequeña y haya un ciclo de tres días permite tener todo muy controlado, de modo que se puedan implementar rutinas a todos los habitantes. Cada ciudadano tiene su pequeña historia y cosas que hacer durante las 72 horas de juego. El uso del cuaderno no es esencial, pero sirve para recoger sus historias y que el jugador las descubra con la excusa de superar una misión secundaria. Con él, se conocen relatos como el del fantasma de un bailarín que aparece por las noches o la historia de Anju y Kafei, que aprovecha al máximo la estructura de tres días para contar una historia de amor que abarca desde el día uno hasta prácticamente el fin del mundo. En otros juegos, el avance de las misiones secundarias está limitado únicamente por nuestras acciones: si no se hace nada, la misión queda suspendida en un limbo eterno; aquí están en constante movimiento, destinadas a fracasar salvo que Link, cual relojero, intervenga y recoloque los engranajes para que lleguen a un mejor final.
El Cuaderno de los Bomber es una herramienta que se aprovecha de la estructura cíclica de Majora’s Mask para, al mismo tiempo, invitar a los jugadores a profundizar más en ella. Es algo que se puede ignorar completamente y seguir con la dinámica de templo, reinicio, templo; pero sumergirse en él permite apreciar un poco más todo lo que ocurre en Termina y las interacciones que existen entre personajes. Es una forma de insuflar vida a un mundo condenado a morir, hacer que los personajes no jugables sean menos estáticos y tengan una vida propia.
Los habitantes de Ciudad Reloj no van a estar siempre quietos en el mismo sitio esperando a que Link arregle sus problemas, pero, con el Cuaderno de los Bomber, el héroe va a poder saber el lugar al que ir para ayudarles.
Ilustración exclusiva de la portada: Paula R. Z.