Los endless runners son un género que pueden sorprender a pesar de la simplicidad de sus propuestas. En esta misma casa reseñamos al preciosista Aito’s Adventure (Snowman,2015), juego para móviles que tira de tres pilares básicos: control arcade, partidas cortas y una belleza que lo diferencian del resto de títulos del género (salvando algunas excepciones como Canabalt). Ese atractivo visual delicado e hipnótico que recuerda a Journey (thatgamecompany,2012) convierte su reto en una experiencia casi zen.
Ahora pónganse en el lado opuesto, en ese extremo donde el reto se convierte en exigencia y estrés. La respuesta corta es Glyph Morpheus (Ted Brown,Oreganik,2016), que posee un nivel de dificultad tan alto que, bien saca lo mejor de ti, bien te saca de quicio. En el artcade de hoy debemos cambiar la forma de nuestro glifo según avanzamos, única manera de pasar por las compuertas que se nos van echando encima sin compasión. Para mutar de apariencia hay que pulsar un número del teclado, que a su vez se asocia a una forma: al principio son tres, pero aumentan a medida que avanzamos. Como buen endless runner, todo se controla con una mano, pero esa simplicidad contrasta con su curva de dificultad, tan pronunciada que el que escribe estas líneas no ha sido capaz de ver la quinta figura. Y es que Glyph Morpheus únicamente ofrece tres intentos, al tercer error game over. Para más inri, la velocidad se incrementa a un ritmo endiablado por lo que, si nos lo permite la perspectiva de la cámara, es indispensable otear el horizonte para memorizar las figuras que van saliendo.
Visualmente, el título cumple con su propósito, que no es otro que el de evocar el futuro retro de los 80 y aquellas primeras animaciones tridimensionales de principios de los 90. Las formas del escenario están definidas por vectores (blancos) que resaltan sobre un fondo negro, una estética que se asemeja a lo visto en Tron (Steven Lisberger, 1982)). Para reforzar más el viaje temporal, Glyph Morphes cuenta con una banda sonora digna de enmarcar: melodías electrónicas analógicas que recuerdan sobremanera a ciertos himnos creados por New Order; música que, por cierto, además de crear un fantástico ambiente, nos envuelve en el reto: da la sensación de que la velocidad se acrecienta con la melodía.
En cierta manera, hay algo en Glyph Morpheus que me retrotrae a aquel juego de luces de colores llamado Simon, en el que la memoria y los reflejos también eran decisivos. Otras veces pienso que es algo así como un Quick Time Event infinito y esquizofrénico. Al menos en este caso es divertido.
JUÉGALO EN: Ludum Dare
OBSERVACIONES:
– Los cascos en un título que le da tanta importancia a la BSO son una obligación.
– No te desesperes al principio, cuando no tengas que mirar a los números es cuando se disfruta.