Las dos referencias de Mattia Traverso son Half-life 2 (Valve, 2004) y Braid (Number None, 2008), al menos eso es lo que respondió hace cuatro años en una entrevista para el portal italiano OldGamesItalia. El título de Valve le hizo pensar que quizá los videojuegos eran una forma de arte, el otro, el de Jonathan Blow, fue lo que le animó a probar suerte con su propia obra. Si nos fijamos detenidamente en One and One Story (Matx, 2011), el primer intento serio de Traverso en el sector, comprobamos que recoge parte de la esencia de ambos juegos: por un lado, se esfuerza por contar una historia sin interrumpir la acción, apenas suspendida por la invasión fugaz de un fundido y una frase corta; por otro, entrelaza narrativa, diseño y mecánicas de forma magistral, sin la necesidad de un tutorial al uso que desconecte el relato del acto que lleva a cabo el jugador. One and One Story es una historia de amor que se escribe a saltos, entre puzles y mecánicas alegóricas, y con el lenguaje propio del medio: la única forma de transmitir una emoción desde el videojuego, su razón de ser.
One and One Story tiene una premisa sencilla: cada nivel trata de reunir a dos enamorados, pero el guión marca las reglas y las mecánicas en cada momento. A parte de los sencillos controles que introduce en el texto, la narrativa ofrece pistas al jugador, le indica la norma básica para que luego resuelva el rompecabezas. Los dos personajes protagonistas, dos sombras en un escenario en negativo, aparecen separados entre plataformas y trampas; lo importante permanece en primer plano, como los bloques que les permiten ayudarse y allanar el camino. Dos colores identifican el sexo de los amados y, en segundo plano, aparecen los detalles evocadores, la profundidad del mundo en el que se mueven.
El título de Traverso recuerda a Braid en el diseño de niveles, con esa facultad de que una misma fase responda a parámetros diferentes sin dejar de ser preciso, sin dejar de ser un reto (aunque nunca excesivo); pero también lo alude en el diseño artístico de Gabriele Bonis, con escenarios que recuerdan a la secuencia introductoria en la que Tim atravesaba la ciudad hasta llegar a casa, con animaciones similares con avatares parecidos, un homenaje que también se deja notar en la BSO de David Carney, siempre envolvente y melancólica. Los enlaces amorosos entre la narración, la acción y el apartado gráfico y sonoro están ahí, tan sutiles como evidentes, y hacen de One and One Story una experiencia orgánica, sugerente, redonda.
Es una historia de amor muy corta, un defecto bello en los juegos de navegador que, en One and One Story, se alivia un poco con los bonus del final. Precisamente esos niveles extra demuestran el potencial del juego, unas fases que mantienen la misma premisa de la historia principal, pero un multijugador ideal para jugar en pareja o desde el onanismo propio de los solteros. En fin, no se queden con esa última imagen, piensen en esos enlaces amorosos de los que le hablé, los que solo aparecen en contadas ocasiones.
JUÉGALO EN: Kongregate
OBSERVACIONES:
– No te durará más de diez minutos, pero merece la pena.
– Los diálogos están en inglés, pero no son complicados de seguir.