¿Quién no ha querido ser alguna vez un ninja? Cada carnaval, decenas de infantes se disfrazan de los famosos comandos nipones popularizando las peleas de espada por un día. Artes marciales, shurikens, cadenas y ninjatos constituyen, junto con el arte del disfraz, las principales armas de uno de los guerreros más fascinantes de la historia. Estos mercenarios, entrenados en tareas específicas como los asesinatos, el espionaje, el sabotaje, el reconocimiento y la guerra de guerrillas, eran capaces de desestabilizar a un rival más numeroso, informar sobre la posición de sus tropas y constatar una ventaja significativa en el rumbo de una batalla. Se trata, al mismo tiempo, de una organización muy incomprendida debido a que gran parte de la historia de este colectivo se basa en mitos o exageraciones, lo que ha dificultado su estudio. Como consecuencia, los ninjas que acostumbramos a ver, cada vez se alejan más de los guerreros sigilosos, que deberían protagonizar juegos como Hitman (IO Interactive, 2000) o como las primeras entregas de la saga Tenchu (Acquire, 1998), y que, sin embargo, se asemejan más a verdaderos expertos en carnicerías como Ryu de Ninja Gaiden (Tecmo, 2004) o la entrega que hoy nos atañe.
Shadow Warrior 2 encaja así en esta desviación histórica de los enigmáticos guerreros, ahora bien ¿consituye esto algo negativo? En absoluto. El título desarrollado por Flying Wild Hog, estudio polaco que no ha dejado de crecer hasta sobrepasar el centenar de empleados, nos propone encarnar al shogun Lo Wang en un juego de acción en primera persona fuera de lo convencional. Nuestro protagonista sobrevive como mercenario en un mundo corrupto en el que debe combinar armas de fuego, cuchillas, magia e ingenio para abrirse paso entre las legiones demoníacas que han sumido el mundo en el caos. La secuela de Shadow Warrior constituye, en todos los aspectos, un título más grande que su predecesor, con un diseño de mundo abierto escalable verticalmente para multiplicar las opciones de la exploración. Los nuevos escenarios huyen de las localizaciones estrechas y angostas más clásicas de los fisrt person shooter, apostando por entornos más similares a los vistos en Rise of the Tomb Raider (Crystal Dynamics y Eidos Montreal, 2016). El diseño de cada nivel ha sido creado con un mimo especial, tanto al recrear jardines japoneses y castillos como a la hora de retratar los barrios civiles en los que poder saltar por sus tejados.
El juego de Flying Wild Hog cuenta con un sistema de experiencia con el que desbloqueamos armas nuevas. Gracias a esta subida de nivel, accedemos a un total de 70 armas que nos permiten seleccionar la combinación que mejor se adecue a nuestro estilo de juego. Además, cuenta con un sistema de recompensas aleatorias que asegura diferencias en cada partida, herencia en parte de la nueva fiebre de los roguelite. Cabe destacar que Shadow Warrior 2 encuentra uno de sus principales alicientes en el juego cooperativo, novedad en esta secuela, permitiéndonos invitar a tres compañeros más a nuestras partidas para enfrentarnos juntos a las hordas de enemigos. Este modo cuenta con un detalle muy curioso: nosotros siempre seremos Lo Wayne y veremos a nuestros amigos como ninjas anónimos. Una idea que implementa el estudio polaco con la intención de que nos sintamos en todo momento los protagonistas de la acción, nada de sentirnos el Power Ranger Azul, aquí todos somos el Blanco.
En cuanto a la disponibilidad, Shadow Warrior 2 ya se encuentra disponible para reserva y se lanzará el próximo jueves 13 de octubre para ordenadores Windows. Podéis adquirirlo en Steam, Green Man Gaming y Humble Store con un descuento del 10% durante los primeros días.
Os dejamos con su tráiler: