Los chicos están animados, el pelotón está confiado y decidido a plantar cara a esos hijos de perra. Nos miramos a los ojos, en silencio, mientras la nave avanza en mitad de la noche hacia el lugar del terror. Sabemos que cualquier horror que hayamos imaginado antes se quedará pequeño ante la devastación que nos espera. Pero ese es nuestro trabajo. Dar esperanzas a los que ya no tienen, darle miedo al miedo. La nave aminora la velocidad y comienza a descender, hora de prepararse. Nervios. La compuerta comienza a abrirse y el cielo negro muestra columnas de humo. También se oyen gritos. Aterrizamos. Contemplamos los edificios en ruinas y nos dirigimos corriendo hacia ellos…
Nos ponemos en formación, los soldados CEM delante y los francotiradores atrás, parapetados tras unos escombros. La teniente Durand y yo nos mantenemos a media distancia. Ella no es una verdadera soldado, pero sí es un arma valiosa. Ellos la temen. Avanzamos. Nos movemos en el campo de batalla con movimientos mecánicos, ya hemos luchado muchas batallas, sabemos lo que hay que hacer y lo hacemos con la precisión de un reloj suizo.
Ante nosotros un edificio en llamas, calor sofocante… y cadáveres putrefactos, otros con las tripas reventadas. Sabemos lo que significa ver un cuerpo destripado desde dentro. El sudor recorre mi frente, y el olor nauseabundo, ese olor propio que dejan tras de sí estos malnacidos, embota mis sentidos. Se escuchan movimientos allá arriba, hago una seña a los francotiradores para que estén en guardia, algo va a aparecer por ahí. Algo grande, a juzgar por el infierno que ha provocado.
Un soldado CEM avanza un poco más y es entonces cuando salen de su escondite. Tres crisálidas, dos sectoides y varios voladores, que no logro identificar. Por el otro lado aparecen dos mutones y un berserker. Voy a por estos corriendo en zigzag para esquivar sus acometidas, disparando al más cercano de ellos, que cae fulminado por el alcance de mi fusil de aleación. Tres crisálidas más aparecen saliendo de un callejón. Oigo gritos a mis espaldas, alguien ha caído. Restos de una substancia viscosa impactan en mi rostro. Queman. Los soldados CEM disparan sin parar, pero los voladores, dos discos y varios mutones, acaban con ellos. Esto no lo esperaba. Son demasiados. Entro en pánico. Me giro y ahí están las crisálidas…
Ésta podría ser la crónica de un soldado del futuro en el universo XCom, un universo donde la Tierra está siendo invadida por varias razas de alienígenas, que realizan abducciones y experimentan con los humanos, en una espiral de violencia y destrucción que hace presagiar lo peor, que el planeta está irremediablemente condenado. Sin embargo, el consejo de naciones ha decidido unir fuerzas y erradicar la amenaza alienígena por medio de la iniciativa XCom, que reúne a los mejores científicos, ingenieros y soldados del mundo, unidos para atajar el avance extraterrestre.
Pues bien, si habéis jugado a XCom Enemy Unknown (Firaxis Games, 2012) sabréis que junto al comandante de la base de XCom se encuentran la doctora Valen y el doctor Shen, que se encargan del laboratorio y el taller, respectivamente. La doctora se muestra más inclinada a averiguar todo lo posible sobre los alienígenas, haciendo todo lo que haga falta para ello, como torturar a los especímenes que los soldados han capturado en el campo de batalla. En cambio, el doctor Shen es más reacio a estas prácticas, y basa su trabajo en facilitar la labor de los soldados con el objetivo de que sufran lo menos posible, hasta el punto de poder enviar a robots a la lucha, sin necesidad de reclutar a personas para combatir contra los aliens.
El doctor Shen era el moderado, la doctora Valen, la visionaria. Cuando surge la posibilidad, hacia la mitad del juego, de transformar psíquicamente a los soldados y convertirlos en PSI, la doctora se muestra encantada, pero Shen reniega y se pregunta hasta dónde llegarán en su afán por derrotar la amenaza alienígena, pues jugar con la mente de los soldados se le antoja una pérdida de humanidad. Sin embargo, al jugador no se le da opción: para terminar el juego es necesario al menos convertir a un soldado en PSI, por lo que la duda moral se resuelve del lado de la necesidad en el universo del juego.
Un año más tarde salió la expansión del juego, en el sentido literal de la palabra: expande el juego vastísimamente para convertirlo en un juego más maduro, difícil y con verdaderos dilemas morales, además de la acostumbrada jugabilidad y adicción, que convierten a XCom Enemy Within (Firaxis GameS, 2013) en uno de los mejores juegos de estrategia de los últimos tiempos. Sin embargo, un personaje ha cambiado para mal, un actor principal que parece ser el reverso tenebroso del anterior: el doctor Shen. Antaño adalid de la moral, se convierte en una suerte de Víctor Frankenstein que se dedica a amputar las extremidades de los soldados para convertirlos en monstruos. ¿Cómo es posible?
La Mezcla. Esa es la sustancia alienígena que lo cambia todo. Los soldados la recuperan de las naves y las zonas de abducción, para después darle dos posibles usos: crear mutantes o crear cyborgs. La doctora Valen usa la Mezcla para mutar la genética de los soldados, convirtiéndolos en una especie de homo superior, que diría Magneto. El doctor Shen la usa para convertir a los soldados en máquinas, amputándoles las extremidades y colocando otras robóticas en su lugar, que son compatibles con exoesqueletos de combate de fuerza descomunal. ¿Desde cuándo el bueno de Shen se dedica a jugar al científico loco? ¿Cómo es posible que ni siquiera dude de la moralidad de sus actos? ¿A qué viene ese cambio de actitud?
No siento la misma lástima por los soldados mutantes. A pesar de haberse dejado parte de su humanidad atrás, no siento que sean menos humanos que sus compañeros no mejorados genéticamente. Son más veloces, fuertes y letales, pero siguen conservando su voz original, su forma de expresarse. Los cyborgs no, para ellos todo ha cambiado. ¡Ah, infelices! Cuando termine la guerra contra los invasores, ¿qué será de ellos?, ¿serán soldados eternos, incapaces de llevar una vida civil normal?, ¿tal vez la tecnología les pueda devolver sus antiguas extremidades? Lo dudo, creo que renunciaron a su humanidad, lo que me lleva a pensar, en el caso de que existiera realmente dicha tecnología y el ejército quisiera un voluntario para convertirlo en cyborg ¿habría personas dispuestas a ello sabiendo a lo que renuncian?
Sé que Enemy Within es sólo un juego, y que estos cyborgs –soldados CEM en la jerga XCom– no son más que la excusa para meter mechas en el universo XCom, y que es una gozada pegarle un hostión increíble a un alien con el puño de hierro, o que las crisálidas entren en pánico ante el lanzallamas integrado, pero como todo en el juego tiene esa pátina de verosimilitud (cabe dentro de la posibilidad que ante una invasión extraterrestre las naciones se organicen para crear un ejército especial) me hace pensar qué pasaría realmente. Y es inquietante, pues estoy seguro de que la humanidad haría uso de la tecnología alienígena y de la Mezcla para combatir al enemigo. No me cabe duda, porque el ser humano es ante todo curioso y explorador, y siempre busca experimentar, al precio que sea, y con el fin último de exterminar toda amenaza que se le acerque.
Hay otra novedad en Within, tal vez tan importante como el descubrimiento de la Mezcla y sus posibilidades. Se trata de Exalt, el grupo terrorista que se alía con los alienígenas, y que coopera con ellos para destruir X-Com. Es decir, lucharemos contra los humanos, con las mismas armas, por increíble que parezca. ¿Por qué estos humanos quieren la victoria extraterrestre? Esta incógnita será otro aliciente más para ir superando misiones, enviar infiltrados a su organización y descubrir la verdad de todo el asunto. Tendremos que infiltrar a agentes y descubrir dónde tienen la base secreta. Exalt es un buen añadido al juego original, pero para mi gusto se queda demasiado corto.
El doctor Shen del Enemy Unknown abominaría de su tocayo del Enemy Within. Si ya le parecía dudoso dar poder mental a los soldados PSI, ¿qué diría de la creación de hombres-máquina? ¿Se ha de salvar a la humanidad a costa de la humanidad misma? ¿Para combatir a los monstruos tenemos que convertirnos en monstruos, a su vez? Como jugador, confieso que he sentido cierto desasosiego cuando, tras convertir a un soldado en cyborg, éste habla con voz metálica en el transcurso de una misión de combate. Como sin vida, como si le hubieran arrebatado algo más que los brazos y las piernas, como si le hubieran arrancado el alma.
Lo que sí ha vuelto en este X-Com es el ataque de la base por parte de los alienígenas, tal vez una de las partes más complicadas del juego, bastante mortífera (confieso que dos partidas en modo Ironman clásico terminaron ahí, masacrado miserablemente). Es todo un reto, porque para este ataque inesperado (hacia el cuarto o quinto mes) no contamos con todos los soldados, solo un puñado elegido al azar por el juego y varios trabajadores de la base armados con simples fusiles. Es una fase letal, pero cuando la superamos salimos muy reforzados.
En fin, solo me queda recomendar que juguéis a este XCom Enemy Within, una expansión que mejora con mucho el X-Com original, pero que antes os paséis por este para ver el sorprendente cambio de actitud del doctor Shen, y que os hagáis algunas preguntas con el dilema moral que nos plantea el juego: ¿es lícito defender a la humanidad convirtiéndonos en monstruos? Y si fuéramos nosotros los soldados, ¿qué elegiríais: mutante o cyborg? Yo le hice esta pregunta a mi novia, que se convirtió en el doctor Shen original por un momento al contestarme que entre cyborg o mutante, elegiría la muerte.