En 2004, Shigeru Miyamoto subió al escenario del Nokia Theatre de Los Ángeles empuñando la Espada Maestra al final del tráiler de Twilight Princess (Nintendo, 2006), ante la ovación de un público eufórico. Unos asistentes que aplaudieron la promesa de un Zelda oscuro y adulto, pero que era el mismo que dos años antes, en 2002, casi habían abucheado un trailer que usaba la misma canción y contaba con planos calcados: el del denostado The Wind Waker (Nintendo, 2002).
Hay mucha historia del videojuego ―de la industria, al menos― en las sucesivas presentaciones del E3. Recuerdo, personalmente, la conferencia de Nintendo en 2011 (su penúltima en formato presencial). Fue el evento en el que se desveló Wii U y que abrió con una orquesta al completo para celebrar el 25 aniversario de The Legend of Zelda. Lo recuerdo con particular cariño porque pocos días después compré una Nintendo 3DS en la que jugué a Ocarina of Time 3D (Nintendo, 2011), mi primer Zelda. Esas mismas Navidades empecé Skyward Sword (Nintendo, 2011), que salió en noviembre, y durante algunos meses pasé por una etapa febril durante la que devoré todo lo que tenía que ver con la saga.
A mí yo de 13 años recién cumplidos, encandilado por una saga que acaba de descubrir y en la que todo estaba por conocer, un libro como este Zelda, detrás de la leyenda (Salva Fernández, 2018) le hubiera encantado. La obra de Salva Fernández, publicada por Héroes de Papel, hubiese respondido a todas sus dudas y le hubiese evitado tener que ir mendigando toda la información de números sueltos de la Nintendo Acción y páginas de Internet. Mi yo de 2011 hubiese disfrutado leyendo de cabo a rabo un libro que cubre toda la historia de la saga, desvela los nombres detrás de sus entregas clave y explica en detalle el consenso al que ha llegado la comunidad acerca de los fallos y aciertos de cada título.
El libro de Salva Fernández es principalmente eso: un completo repaso a la saga, desde sus orígenes hasta la actualidad. Son algo más de 200 páginas articuladas entorno a la obra magna de Miyamoto, Ocarina of Time (Nintendo, 1998), que constituye el eje y punto de inflexión, tanto del libro como de la franquicia. Así, Fernández repasa con detalle el desarrollo de cada juego, quiénes intervinieron en su creación y qué aportaron al resultado final. El autor comenta el apartado visual de cada aventura y las particularidades del control; explora los retos de diseño a los que se enfrentaron sus desarrolladores y las innovaciones jugables que idearon. En definitiva, Zelda, detrás de la leyenda relata la historia de la saga de forma clara y precisa, poniendo en orden el amasijo de títulos que la componen.
Se trata de un libro dirigido a arrojar una visión global de la franquicia, pero que no por ello deja de sustentar su relato en las anécdotas de los creadores. Es ya de sobra conocido el episodio del joven Miyamoto que se enfrentó asustado a una cueva que descubrió en los campos de su Sonobe natal. Una historia tan extendida como la del origen del estilo cartoon de The Wind Waker, en parte influido por Eiji Aonuma, que acababa de ser padre. Son historias extraídas en su mayor parte de entrevistas que Fernández ha recuperado y documentado meticulosamente, pero que plantean la pregunta del secretismo de Nintendo en cuanto a su propia obra. Hay más información en muchos de los Iwata Pregunta que en las preguntas de periodistas. Que las revelaciones más interesantes vengan de los Nintendo Direct y los diarios de desarrollo ponen de manifiesto lo complicado de la tarea de Fernández en cuanto a trazar la trayectoria de una obra creada por una empresa muy celosa de sus procesos internos.
Son anécdotas muy conocidas, pero que ayudan a poner de relieve el papel de sus autores. Este es, de hecho, uno de los grandes aciertos del libro, que subraya la importancia de nombres como el de Hidemaro Fujibayashi o Yoshiaki Koizumi. Son creativos que no han saltado a un primer plano hasta hace poco, pero que han desempeñado un papel crucial a la hora de poner a la franquicia en órbita, mantenerla en lo alto y, más recientemente, relanzarla.
El resultado de Zelda, detrás de la leyenda es, por tanto, un repaso neutro y global no tanto de los juegos como de la historia de la franquicia; un libro que, como dije, a mi yo de trece años le hubiera encantado leer por esa perspectiva general que ofrece, pero que, por otro lado, no cuenta casi nada que un jugador con cierta trayectoria en la saga de Nintendo no conozca ya. Durante su lectura es fácil adivinar lo que se va a decir, las anécdotas que se van a mencionar o las críticas que se van plantear a tal o cual juego. Sencillamente porque son ampliamente conocidas. Fernández peca de superficial al hablar solo de los creadores y de la relevancia de cada entrega, olvidando adentrarse en cada juego para decir de él más que lo trivial. Al acabarlo, nada se ha dicho realmente sobre los temas que trata, las emociones evocadas o sus personajes más allá de lo obvio.
Así, el trabajo que queda plasmado en Zelda, detrás de la leyenda es correcto, pero a ratos da la sensación de estar en tierra de nadie. Los jugadores conocedores de la franquicia lo encontrarán demasiado explicativo y redundante, mientras que un lector sin gran idea sobre la saga puede sentirse perdido o abrumado ante tanta información. El libro de Fernández está confinado entre lo completo y lo superficial, a medio camino entre lo detallado y lo trivial. Por contradictorio que parezca, es a la vez total e insustancial; total, en cuanto que cubre cada entrega y dice de ella todo lo «relevante» (controles, gráficos, autores, desarrollo…); e insustancial, porque carece de análisis, opinión o reflexión que vaya más allá.
No sería tampoco justo obviar la visión del autor sobre su propio libro. Al fin y al cabo, seguramente el resultado se parece bastante a lo que Fernández tenía en mente mientras lo escribía. En el epílogo comenta que el libro «pretendía analizar la saga Zelda respondiendo a esas preguntas tan periodísticas de quién, cómo y, sobre todo, por qué. Por qué está donde está y significa lo que significa». Y esto lo hace con gran habilidad. La cuestión es que quizá las preguntas interesantes en Zelda ―como en cualquier producto cultural― no son tanto las puramente periodísticas, sino las que atañen a la obra más que al contexto; las que sirven no para contextualizarlas y contar anécdotas reveladoras, sino para entender sus temas, su diseño y subrayar su valor artístico.
Así las cosas, más que lamentarse por lo que el libro es, cabe lamentarse por lo que podría haber sido. Frente a críticos como Mark Brown, que en su serie Boss Keys ha intentado cubrir desde el diseño de las mazmorras hasta la banda sonora, el análisis de Fernández peca de insustancial; repleto de notas al pie que nos recuerdan que los zora son una raza habitual en la saga o que el mundo abierto es un género popularizado por Grand Theft Auto (DMA Design, 1997).
En lo demás, es un libro escrito con claridad, concisión y detalle, impecablemente maquetado, y que el fan más acérrimo encontrará fácil de leer, pero poco cautivador. Ha sido escrito, eso sí, por alguien que entiende y siente un profundo respeto por la obra de Nintendo. En su epílogo, Fernández alcanza a resumir la esencia de la saga precisamente gracias a la presentación del E3 2002: «En ese año, el anuncio de The Wind Waker decía lo siguiente: “Every game has a story. Only one is a legend”. Porque cada entrega es, en realidad, una nueva expresión de algo “único”. El mismo anuncio lo decía: “The legend is reborn”. La leyenda renace. Y eso es lo que la ha hecho perdurar. Cada nueva entrega vuelve con una manera propia de entender los videojuegos, pero sobre todo como una forma de reinventarse. Y de paso, reinventar la industria».
The Legend of Zelda sigue siendo hoy una saga viva y el mayor exponente de la aventura y la exploración en el videojuego contemporáneo. Lo es porque se reinventa y vuelve a nacer. Precisamente por eso, la única forma de que la saga perdure es con nuevos jugadores, ávidos de nuevas aventuras. Como ese chico que pasó el verano de su vida con Ocarina of Time y deseaba saberlo todo sobre la historia de Link. Para ese lector, este libro es ideal.